Sentado sobre una silla, siempre rodeado de ofrendas, con su aspecto demoníaco, se encuentra El Tio, custodiando la entrada de las minas andinas de bolivia. El Tio es un personaje que desde la época precolombina es venerado por los bolivianos como si de una deidad se tratase. Este diablo, dueño de las minas y de sus minerales, es una de las figuras más representativas y simbólicas del paganismo de las culturas ancestrales bolivianas y a su vez del catolicismo occidental llegado a América con la colonización española. Este controvertido personaje es una de las figuras más importantes de la tradición minera boliviana, del mismo modo que la Virgen del Socavón lo es para la cultura minera católica.
Todos los primeros viernes de cada mes, los mineros bolivianos, bajo la creencia de que El Tio guarda la mina y les ayuda a conseguir mejores piezas minerales, le colman de ofrendas y presentes que consisten sobretodo en cigarrillos, hojas de coca y alcohol puro. Estas ofrendas se multiplican en época de carnavales, llevándole serpentinas, comida en abundancia de todo tipo y dedicándole bailes. El Tio es un personaje al que le gustan los excesos, de ahí que época de carnaval se aumente el número de ofrendas que habitualmente se le hacen, pues bien es sabido que festividades de ese tipo siempre conllevan ciertos excesos, pecaminosos muchos de ellos. Otra de las características que definen la personalidad de El Tio es su rencorosidad y vengatividad, de ahí la preocupación de los mineros por agradarle, pues saben que si El Tio está contento será benévolo y bondadoso con ellos.
A pesar de su aspecto demoníaco, que puede antojarse incluso hasta malvado, El Tio no es un demonio propiamente dicho; sin embargo, la creencia de que se trata de un diablo se extendió gracias a la llegada de la cultura católica, que tenía por defecto denominar como demoníaco todo aquello que fuera desconocido para la religión católica. Además, la relación que existe entre el Diablo y el azufre, mineral abundante en las minas andinas, seguramente ayudó a la hora calificar a El Tio como un demonio. Pero, contrariamente a lo que su imagen pueda proyectar, El Tio es un ser benigno, un Dios benefactor de la cultura boliviana.
El historiador Alberto Guerra explica que “El Tío es para los mineros la representación de Huari (o Wari), el solitario dios esencial de la cultura andina, conocido y venerado por los nativos antes de la llegada de los españoles”.
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Texto de Blanca Garralda Grábalos.
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